Samantha entonces, seducida por la búsqueda de una identidad, accedió a contestar dicho test y, posteriormente a vincularse a la red virtual de amigos. Luego, al contarme su historia y su emoción al ver como un programa informático le decía quién era en realidad, recordé a todos aquellos estudiosos de la filosofía, del hombre, de la mente, del conocimiento.
Pues bien, para Samantha tal vez no sea nada complicado entender este concepto de conocimiento sobre uno mismo, pero si puede surgir la pregunta: Y entonces, ¿Cómo logro hacerlo? Es ahí donde Foucault argumenta que el conocimiento de sí mismo “va acompañado siempre, por otra parte, de otra exigencia: ocúpate de ti mismo” (FOUCAULT M, 1982, p. 33). Con tal consideración y acorde, por otra parte, con Platón, “al prescribirse el conocimiento de <<sí mismo>>, lo que se nos ordena es el conocimiento de nuestra alma” (PLATON, 1986, p. 236). No es el conocimiento de mi imagen ni de lo que me gusta y disgusta, sino de mi alma, y no un alma entendida como un concepto espiritual, sino como el sujeto que es dueño de su acción (el uno mismo).
No se trata en ninguna manera de conocer mis cosas, ni de cuidarlas, aún cuando parezca que esto tiene una estrecha relación con lo que se refiere al conocimiento de mi. No implica tampoco, ni siquiera, cuidar de mi cuerpo, como algunas personas piensan como una manera de auto-conocimiento, pues, para Platón (1986) “quien cuida de su cuerpo y de lo que a él se refiere, no por ello cuida de sí mismo”. (p. 263).
El alma es entonces lo que se sirve de un medio para conocer. Por eso, como conocerme a mí mismo implica ocuparme de mi, esto se entiende como ocuparme de mi alma, porque, al fin y al cabo es el alma “el hombre mismo” (PLATON, 1986, p. 263).
Para Platón, la única forma de conocerme es por medio de otra persona, al conversar, pues, cuando conversan dos personas, “intercambiando pensamientos, son las almas las que conversan” (PLATON, 1986, p. 263). El alma del otro es el camino a mi propio conocimiento, pues ésta me sirve como “espejo” para reflejar lo que soy, claro, cuando se está en dicha tarea.
Es por esto que Platón (1986) sostiene que “si el alma desea conocerse a sí misma, también debe mirar a un alma” (p. 265).
Aunque, no se puede impartir un juicio de tal manera que cierre cualquier posibilidad de llegar a un conocimiento de sí a través de medios como la internet, si se puede afirmar que es realmente complicado. Las personas desde siempre han buscado mostrar lo mejor de sí al mundo, y, lamentablemente es esto lo que se busca mostrar en internet. Siempre se está pensando en publicar mi mejor foto, mi más bello porte o lo que me pueda hacer sentir aceptado o popular dentro de un inmenso mundo virtual.
Algunas veces también se puede ver los grandiosos engaños que se generan en la red. Se está chateando con alguien, que se describe para ti de una manera, y, al verlo en la vida real, después de la pantalla, es alguien realmente muy diferente.Millones de personas viven engañados, hablando con otros millones que engañan y que además, también son engañados por ellos mismos, pues para conocer a los demás, debo primero conocerme a mí mismo; para darme a conocer también debo primero saber quién soy yo.
Es por esto que, al volver a las antiguas formas de dialogo, al sentarme a conversar frente a frente, y no decir lo que se piensa o siente escondidos bajo una gran máscara virtual, podemos llegar más fácil a un auto-conocimiento, siempre y cuando se esté en la tarea de hacerlo. Así me conoceré a mí mismo, conoceré a los demás y estaré listo para darme a conocer al resto del mundo.
Referencias
- Foucault. Michel. (1982). Hermenéutica del sujeto. Material mimeografiado.
- Platón. "Alcibiades o de la naturaleza del hombre". Obras completas. Aguilar. Madrid.